Priscila es empleada del supermercado en el que trabajaba la víctima de Porfilo Romero. En diálogo con Cadena 3, reveló la última conversación que mantuvieron el fin de semana.
La Granja, una tranquila localidad situada en el corazón de las Sierras Chicas, en Córdoba, no sale de la conmoción y el estupor tras el brutal feminidio seguido de suicidio ocurrido el martes en la estancia La Querencia.
El hecho involucró a Verónica Torres Zormam, de 29 años, ya su expareja, Porfilo Romero, de 57 años y oriundo de Paraguay, quienes atravesaban un proceso de separación desde hace algunos meses.
Verónica era madre de un niño de dos años fruto de su relación con Romero y trabajaba ese día en la estancia realizando tareas de limpieza. Según el relato de los dueños del lugar, la joven debía retirarse a las 15:30 para cumplir con su turno en un supermercado del centro de La Granja, donde también era empleada.
Sin embargo, nunca llegó a su segundo trabajo. Preocupados por la falta de comunicación, sus padres acudieron a la estancia en busca de respuestas. Allí les informaron que Verónica se había retirado a la hora acordada, lo que desencadenó un operativo de búsqueda coordinado con la Policía.
El horror se conoció cuando en una vivienda contigua de la misma estancia -donde Romero cumplía funciones como casero- las autoridades encontraron una escena desgarradora: Verónica yacía sin signos vitales, mientras que Romero había tomado la decisión de quitarse la vida.
La familia de Verónica, muy conocida y querida en la comunidad, está devastada. Su padre, un reconocido mecánico del pueblo, su madre y sus tres hermanas forman un núcleo unido que llora la pérdida de una joven trabajadora. El pequeño hijo de dos años que Torres tuvo con Romero queda ahora como una de las tantas víctimas colaterales de esta tragedia.
En el supermercado donde trabajaba Verónica, impera el dolor. «Es un quiebre muy grande para nosotros como compañeros, somos como familia», dijo Priscilia, una amiga de la joven, en diálogo con Cadena 3.
Y añadió: «El lunes a la noche ella me pidió un cambio de horario para ir a trabajar a la estancia y luego volver al súper. Le dije que sí, y me arrepiento un montón. Ayer (por el martes) vino al mediodía, pero a la tarde no apareció. Pensamos que se había dormido o algo, nunca imaginé esto».
Priscila también reveló que Verónica le había confesado tener miedo de Romero. «El sábado me contó que la espiaba y la seguía. Le dije que lo denunciara, pero ella no quería por miedo a que le pase algo al bebé, porque él era el papá. No sé cómo pasó esto, si la engañó o qué. Me duele un montón».
El relato de Priscila refleja el temor de que Verónica vivía en silencio, un miedo que no la llevó a formalizar una denuncia. En la comisaría local confirmaron que no existían antecedentes ni denuncias previas contra Romero por violencia familiar, lo que coincide con la reticencia de Verónica a actuar, a pesar de las señales de peligro que había compartido con su amiga.
En La Granja, los vecinos y conocidos no salen del asombro ante la pérdida de una joven descrita como «excelente y muy trabajadora», que se esforzaba a diario.
En tanto, el taller mecánico del papá de Verónica, ubicado en el centro del pueblo, permaneció cerrado, rodeado de un silencio que contrasta con la actividad habitual de la zona.
FUENTE: (Cadena3).